lunes, 27 de agosto de 2012

Interna

Me dilato nerviosa.
Abro la puerta y entra el invierno,
ella comprende porque llueve dentro de mí.
Me ofrece sentarme a comer,
esperando
sujeta con firmeza mi brazo,
entrego mi cuerpo de guerra
consumiendo aire
y me inyecta.
Comienza el ritual de pasaje:
primero penetra la piel,
luego se funde en la sangre
y por último se produce el vacío.
Capto todo rojo,
tambaleando
mi mirada recoge mis pertenencias del perchero
acciono por cotidianidad,
giro antes de sentarme al sillón,
me hundo en el televisor.
Estoy en blanco,
gravitando.
Boca arriba todo gira sobre mí en forma de aureola,
pero ella está muerta.
Yo sigo esperando la confirmación.

sábado, 18 de agosto de 2012

La circularidad cambiante

La fabrica sigue produciendo videos de trenes. 
Lo sé porque la neblina se mezcla con sus vapores.
Yo las observó ininterrumpidamente cada día y en todas hay un vos con un tu. 
(La misma pareja, hombre y mujer sonriendo.
El paisaje al ser siempre igual se desvirtúa; aunque 
el 16 de agosto está predestinado a ser gris, por tantas
pasadas, las cintas magnéticas del cassette se malograron marcando un destello de luz -en el margen superior izquierdo- que se asemejan al sol. Hasta el viaje continúa con cambios, jamás termina en la misma estación: porque se corta antes, porque logra llegar a destino o porque nunca empieza.)
Me doy cuenta, cuando quiero, de que sigo manteniendo viva una fabrica que ya ni siquiera produce para mí. Es la repetición sin dueño.

martes, 14 de agosto de 2012

Llueve.
No creo que sea porque llores,
aunque la sensibilidad es una de tus características.
Llueve.
¿Por qué te gusta o por qué aún sos Dios?
Llueve,
porque te oí gritar.
Llueve,
porque sino no sería hoy.

lunes, 13 de agosto de 2012

Un día de lluvia

Se encontraba parado detrás de las rejas del anden opuesto. De todas las personas era el único que no le temía a la lluvia y el único que me desafió con su mirada terriblemente oscura y penetrante. Su cabello negro y mojado resaltaban su piel blanca y sus labios rojo sangre. Sin lugar a dudas, toda su figura me incitaba a rendirme a su contemplación. Entonces, observé su rostro y me recordó tanto a otros rostros, a tantos otros tiempos.
Sin miedo a perderme en aquel ente de mediana estatura, con mi ojo izquierdo tapado por mi flequillo -el tenía tapado el ojo inverso- no podía dejar de mirarlo y viajar. Todos los mundos se hicieron posible en aquel misterioso semblante. Asimismo, recordaba todos aquellos momentos en que ese mismo rostro me había acompañado: soledad, depresión, tristeza. En ese instante, me di cuenta de que no le importaba morir.
De un momento a otro, empezó a llover con más intensidad. El tren se asomaba, a través de la neblina, muy despacio; no obstante, un dolor inmenso me atravesó el cuerpo por quien ya no se encontraba detrás de la verja, sino de frente a mí. Sin poder hacer nada, aunque quisiera, fui testigo de como lo arremetió el tren. Turbada y temblorosa subí con los ojos cerrados al vagón. Me apoyé contra la ventana, cuando me animé a mirar vi que seguía parado. Por un segundo el tren embistió contra su imagen, matándolo imaginariamente o en otra realidad que se proyectó entre los dos. O, quizás, en secreto yo quería que muriera. O simplemente el decidió no suicidarse.
La cuestión es que, a medida que el tren me apartaba de un el, su cuerpo palidecía en mi retina. 

miércoles, 8 de agosto de 2012

Te mato porque me comés por dentro.
Te mato porque cada mes me ratificás que soy.


Voy a matarte porque el destino de las ilusiones es morir.

lunes, 6 de agosto de 2012

Neblina

Recuerdo a aquel hombre a quien lastimé simplemente porque quería comprobar que no era un diamante pudriéndome en el fondo del océano.
Ahora es tan sólo un paisaje de neblina, como la que cae, últimamente, en estos días de invierno.
Se esparce por ahí. En algún lado, quizás.
Quién sabe.

Viviendo en todas partes

Despeina con su sonrisa la calma de días.
Ingresa su madre, quien dice: regresa cuando quieras,
se larga a correr.
No comprende que el cotidiano de la gente se observa en un parpadeo,
como si fuera una foto eterna
o el nacimiento de un niño para una partera.


Alguien me tiene que explicar porque navegamos con el aire
¿por qué no navegamos con el pelo?
Quizás sería más fácil tirarnos del paracaídas si el suelo fuera de burbujas.


Tantos teatros, tanta naturaleza
para tan solo quedarme colgada en mi mente,
en árboles de 100 años.


Mejor caerme de la luna que caerme del sol
sabiendo siempre que no me tengo que acercar demasiado,
que la dirección es borrosa.
Que
que
que...
me perdí.