Digo más de lo que siento.
Recuerdo algo al azar
y termino soñándote, soñándote, soñándote.
Y es que vos sos la luz de mis ojos,
aunque no tengas nada más que ver conmigo.
(El amor es ciego, Leo García)
jueves, 26 de julio de 2012
martes, 24 de julio de 2012
Vos y el bosque
En estos momentos te imagino corriendo. Alcanzando la brisa que desata la tormenta de hojas del árbol más grande del bosque. Te diviso sonriendo y escondiendo tu dolor en una mueca tímida que sólo el sol logra descifrar. De repente, veo en mi imaginación los brazos de otra mujer envolviendo tus cabellos, abrazando tu corazón. Ella corre detrás, también está sonriendo. Los celos tiñen mi vista; de la nada escucho la voz de ella diciéndote "amigo" y me tranquilizo. Ella es tu consejera, tu protectora, no es tu amante.
Reina la paz otra vez. Vos seguís corriendo entre el pastizal. Te ves tan bien, tan natural. Tu adrenalina dispara contra mí y se impregna en mi cuerpo, palpito a más no poder. Tengo ganas de darte un beso.
Me tiro en el pasto.
(Entre vos y yo: todo se cubre de hojas).
domingo, 22 de julio de 2012
miércoles, 18 de julio de 2012
Condena
Espanta tu prolijidad de museo.
Esa que tiñe tus cabellos de una solemnidad horrible,
que recuerda que las Cruzadas fueron en vano,
que el sacrificio en la cruz fue la verdadera blasfemia.
Única e irreemplazable.
Pieza de coleccionista obsesionado,
en tu repugnante fragilidad está la cicatriz de lo imperfecto.
Sos el placebo del malestar cultural,
conducís al suicidio cuando a vos se te acabo el amor,
cuando te aburrís de ser la perdición.
Te deberían llamar Wanda, pero sin ser Venus.
Sin pieles.
En tu lecho de muerte diré:
tus artimañas eran tu receta magistral,
si moriste es porque viste tu fealdad interior en el espejo,
o quizás en los ojos de un cuervo.
Esa que tiñe tus cabellos de una solemnidad horrible,
que recuerda que las Cruzadas fueron en vano,
que el sacrificio en la cruz fue la verdadera blasfemia.
Única e irreemplazable.
Pieza de coleccionista obsesionado,
en tu repugnante fragilidad está la cicatriz de lo imperfecto.
Sos el placebo del malestar cultural,
conducís al suicidio cuando a vos se te acabo el amor,
cuando te aburrís de ser la perdición.
Te deberían llamar Wanda, pero sin ser Venus.
Sin pieles.
En tu lecho de muerte diré:
tus artimañas eran tu receta magistral,
si moriste es porque viste tu fealdad interior en el espejo,
o quizás en los ojos de un cuervo.
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