viernes, 26 de febrero de 2010

Día 2: Transporte público.

Hoy me levante temprano y salí sin desayunar para poder tomar el colectivo a tiempo. Tenia turno con mi psicóloga a las 11.30 pero no llegue por el maldito colectivo. Realmente detesto andar en colectivo! Me pierdo, llegó tarde a donde tengo que llegar, las monedas a veces no funcionan y lo peor es que tardan en llegar a la parada. Me indigna. Aun así llegue al consultorio esperando que la psicóloga pudiera atenderme, no lo hizo y encima tuve que esperar media hora para que redactara un bono. Mi mañana fue un caos por el simple hecho de no haber tomado el colectivo a una hora relativamente antes, media hora después de que salí a tomarlo.
Cansada, a pesar de haberme levantado dos horas antes, fui caminando hasta la estación. Busque fumar un cigarrillo pero mis intentos fueron inútiles, mi encendedor no andaba. ¿Puede una persona tener tanta mala suerte en dos horas? Yo si. Tome el tren e inmediatamente me senté en el piso, por lo menos pude calmar mis pies y pensar en todo lo que me había sucedido ayer y hoy. Además me gusta andar en tren, tengo la seguridad de que voy a llegar a la localidad que quiero, y si tengo que caminar no me importa, es bueno caminar. Al igual que en el tren, cuando uno va caminando puede pensar, ver la mirada de alegría, tristeza, desilusión y cansancio de la gente; eso le permite a uno decir: bueno, hay gente que la pasa peor que yo. Por eso me gusta viajar en tren, a pesar de que a veces no me puedo sentar ni en el piso, puedo reflexionar acerca de la vida y de lo que sucede a mi alrededor.
Hoy mi reflexión fue corta, porque mi viaje en tren lo fue. Apenas puede concebir algunas ideas y ensamblar posible soluciones a lo que me sucede. La única pregunta que me hice fue: ¿quiero hablar con él después de lo que paso? Terminante, ayer le dije que no quería hablar más, pero ¿era sobre el tema o no quería hablar más con él ayer? Pensé que hoy mi psicóloga me ayudaría a encontrar una respuesta, pero por culpa del colectivo mi respuesta se fue como aquel colectivo que sale a recorrer su ultimo viaje en la noche. Dubitativa, ahora en estos momento no sé si quiero hablar con él o dejarlo tal cual está la situación. Lo único que quisiera en estos momentos es viajar lejos de todo y de todos, así poder olvidar por unas horas quien soy y que es lo que quiero de la vida.

jueves, 25 de febrero de 2010

Día 1: Siempre, virgen suicida.

Quizás nunca vaya a terminar de escribir este diario, ni siquiera debería estar escribiendo pero los acontecimientos que suceden ultimamente en mi vida lo ameritan. Necesito descargar toda la ira, la incomprensión y el dolor que siento ahogado en mi pecho, sentimientos que muy bien conozco porque toda mi vida los sufrí. Y a medida que escribo estas palabras, me es imposible contener mi llanto y pienso que todo podría ser diferente. Yo podría ser diferente.
Cuando miro para atrás siento un vacio inmenso, y a la vez, cierta nostalgia de momentos que se que nunca volverán. Pongo música triste para sacar todo el mal de mi corazón, sin embargo me hace peor de lo que debería ayudarme. No se que hago acá escribiendo, mi cara tiembla de dolor, de lo mucho que estoy llorando en este momento. No soporto el cosquilleo incesante de la cara, el taponamiento de mis oídos, el dolor de cabeza que me produce mi llanto y el jadeo insoportable que se genera de tanto llorar. Ahora que lo pienso, mi vida entera odie este proceso por el que estoy pasando, porque desde que tengo uso de razón sé que lloro por todo lo malo que acontecio en mi vida. ¿Puedo ser más miserable?
Encerrada en el poso inmenso que se origina en mi mente, veo de manera pesimista la vida, y encima se me cuestiona. ¿Como podes cuestionar a alguien que sufrió tanto? Los demás no entienden lo que es querer morir todos los días, a cada hora que pasa. Es mentira la empatía, nunca el otro va entender enteramente lo que te sucede, puede abrazarte o decir palabras de consuelo, pero ¿de qué sirve el consuelo si estas enjaulada en una prisión? Solo las personas que pasan por una situación similar son capaces de comprender lo que te pasa. Entonces que puedo esperar de él, excepto una mirada de lastima y de impotencia. Mientras escribo lamento en verdad haber dicho que somos atractores extraños, yo nunca voy a poder dejar de ser una virgen suicida. La desdicha es mi fiel compañera, se sienta en la silla vacía que se encuentra a mi lado desde hace mucho tiempo.
Mi vida desde el comienzo es una ventisca negra. Todo lo triste que le puede suceder a una persona yo lo viví: fui una enferma, una drogadicta, una suicida, una solitaria, una niña abandonada, una niña golpeada por su padre y hoy en día, una paciente ambulatoria de un instituto neuropsiquiatrico. A pesar de todos los delirios y de toda la porquería que me consumio trato de salir adelante, pero no lo logro. Como siempre fagocito a buenas personas en mi vida a ser mis amigos, no obstante termino arruinándoles la vida al ser tocados por mi mano. No soy una buena persona, si lo fuera dejaría que él sea libre. Debería dejarlo, no merece vivir junto a mi, su corazón en mal estado no soportaría otro llamado de la muerte. Otra persona más víctima de la telaraña que envuelve a mi vida. Tengo que facilitar su acceso a volar, tengo que permitir que por lo menos él sea libre para construir la vida que tanto sueña. A mi lado soló habría fracaso. Yo soló puedo mirar desde mi ventana el hermoso día soleado, como el jorobado de notredame observo la belleza del exterior esperando que algún día que yo pueda ser parte de ella.

martes, 23 de febrero de 2010

Astrud Gilberto

Es la ultima función de la noche, sos el ultimo acto pero no te importa, ni siquiera te atemoriza. El escenario es lo suficientemente amplio como para intimidar al mejor, las luces cálidas que caen desde el techo apenas iluminan al público critico que se encuentra está noche y el telón que separa lo real de lo ficticio, no se cierra hasta que la obra haya terminado. Tras bambalinas los demás participantes, envidiosos lanzan filosos comentarios para atraer el miedo a los otros concursantes, pero en tu caso es diferente. Los comentarios son utilizados por vos para demostrar que sos mejor, que podes brillar a pesar de ser atacada por las insulsas frases de tus contrincantes. Te dan ganas de demostrar que nadie ni nada va a interrumpir tus sueños.
Sin embargo, sos un manojo de nervios en tu interior a punto de estallar. Ansiosa por salir al escenario, tus manos empiezan a sudar y tu mente se torna en una pagina en blanco, sin permitir que la letra de tu canción se borre de la memoria. De repente tu nombre es mencionado por el micrófono, tus palpitaciones aumentan considerablemente, tanto que en el abrazo se puede sentir tu corazón junto al pecho de él. Se nubla tu mirada, pareces poseída por todo lo que acontece a tu alrededor, pero tu vestido de gala rojo refleja tu actitud desafiante y la confianza que posees en tu alma. El presentador te da el pie para salir a escena, caminas con pasos firmes sin perder la delicadeza que resalta tu adorable persona. No obstante no miras al público, es como si te gustara permanecer encegecida, de hecho, unos días antes le confesastes a él que no te gustaba mirar al publico, porque ninguno de los que estaba sentado enfrente era alguien especial para vos.
De fondo comienza a sonar la música, te quitas el pañuelo que envolvía delicadamente tu cuello y te vendas los ojos. Realmente se nota que no te gusta el publico y que te gusta impresionar a quienes te pueden observar; ahora no solo tu hermosa figura es la que impacta, sino todo lo que creas para el espectador. Sonreís con gracia y con un poco de malicia, sin la necesidad de ver, podes notar que todos están sorprendidos. De la nada, pero ya premeditado, empezas a cantar. Tu poderosa voz entona los primeros versos de la canción, logras estremecer de inmediato a quienes te están escuchando ya que el sonido cautivante de tu voz penetra de manera suave y romántica en los oídos de los demás. Apenas gesticulas con tus manos, todo lo maravilloso del acto recae en la profundidad de tu voz y lo que haces con ella. Realmente sos la mejor, nadie puede superar lo armonioso y sorprendente de tu obra lírica, enamoras todos los sentidos cada vez que cantas, y en especial los de él que permanece espectante detrás del telón. Cantas los últimos versos de la canción, con mayor fuerza y volcando en ellos todos tus sentimientos, emanas las ultimas palabras de la canción: ...soy dichosa porque me quieres también!
Aun anonadados, todos se paran de pie cuando suena la ultima tecla del piano y aplauden con ganas, mientras tanto vos te quitas la venda de los ojos para mirar la cara de él. Esta llorando, su cara expresa una inmensa emoción que derrite tu cara de gracia y caes en medio del escenario llorando. Rapidamente corre hacia vos, te toma entre sus brazos, levanta tu mejilla y dice: Soy dichoso porque me quieres también. Te besa, la ovación del publico es de una magnitud imposible de prever por los demás concursantes.

lunes, 15 de febrero de 2010

Hurt

Nunca se puede hablar con vos, parece que fueras una estatua recibiendo comentarios de personas extrañas. No entendes, mejor dicho, no queres escuchar el llamado desesperado de quienes te quieren, de quienes caen a tus pies rendidos y dolientes de una batalla inútil. Tus ojos encegecidos por tantos años tormentosos no te dejan ver la realidad, no te permiten observarte ya que sos incapaz de reconocer lo que sos. Sin ganas de intentarlo, te abandonas a una suerte errática y totalmente incoherente, tanto que tu mente se asemeja a un limbo endemoniado donde todos los participantes del juego terminan muriendo en algún punto del espacio para jamás volver. Mientras tanto vos miras como los demás mueren a tus pies, cumplis con tu rol de estatua de manera fenomenal. ¿Tanto dolor sirve para algo?
Simplemente navegas en un mar de lágrimas, creyendo que todo esta mejor porque a vos nunca te sucede nada, pero ni siquiera intentas levantar tus ojos para ver el verdadero dolor. Egoísta, arrastras a los demás en ese viaje peligroso e incierto, quizás por placer o quizás por miedo a sufrir en soledad. Sin saberlo, impones tus males a los demás. Sin embargo te quedas sentada en tu silla, de manera cómoda observas todo lo que sucede a tu alrededor y no intentas participar del espectáculo, sos la clase de espectador que se esconde cuando los actores lo invitan a actuar. Por eso te odio, dejas que los demás se destruyan entre si sin hacer absolutamente nada. ¿Algún día cambiaras?
Quizás, pero para cuando lo hagas ya no va a quedar nadie de pie junto a vos. Sos una soldado desamparada en tu propia batalla.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Culpa

Cuando pensé que mi trauma estaba finalmente muerto, los fantasmas del pasados vuelven a atacar. Soy como ese adicto que entra en rehabilitación y sale para volver a caer en los brazos de su propia desgracia, ese adicto que nunca aprende. Pensé, de manera incrédula, que "el tiempo lo curaba todo", sumergida en esa fantasía viví con tranquilidad y orden hasta el día en que sentí que volvía a recaer en la tormenta. Ultimamente parece que siempre vuelvo a recaer.
Con el cuerpo cansado, sin ánimos de respirar, inhalo lo poco que queda de mi para desaparecer de todo lo que sea comestible. Huyo, me escondo, camino horas y horas buscando donde refugiarme de lo que yo pienso que no me hace bien, porque eso hace un adicto cuando quiere resistirse a la tentación. Sin embargo, de alguna manera u otra, la tentación se apodera de tu mente y el impulso mismo de consumir te convierte en el monstruo más horrible del pantano, aquel que nadie se atreve a ver. Perdes tu mente, solo existe el efecto y la respuesta.
Entonces empieza la culpa. Esa culpa que te come la cabeza, el estomago, todo lo que forma el cuerpo a merced del dolor, la desesperación. Te detenes exactamente donde el vicio quiere que lo hagas, ya no sos dueño de vos; a lo sumo para sumergirte aun más en la caricia ingrata del sufrimiento que te brinda él consumir. Lo peor es que la culpa no es el mal, vos te convertís en tu propia muerte al aceptar el pacto vitalicio con la sin razón de tu mente, al aceptar un contrato esclavizante que solo conduce a la desgracia eterna. Yo tengo la culpa- dice quien logro ser atrapado por la tentación, todos los que vivimos pensando en que nos damos el gusto de probar la "fruta prohibida", terminamos formando en nuestro subconsciente la ecuación que yo es igual a culpa.
Pecadora, eso es lo que soy. Sin siquiera ser lo suficiente hábil para destruirme, ante mi ser narcisista siento que estoy pecando cada vez que me acerco a la comida, a los objetos cortantes; en general, a todo lo que alguna vez me hizo mal. Pero no soy perfecta, pierdo mi consciencia al tratar de ser otra persona, alguien que yo crea que es mejor. Por ese motivo recaigo una y otra vez al mismo demonio, porque algo malo me sucede cada vez que me observo al espejo, cada vez que alguien dice un comentario acerca de como me veo. Carezco completamente de seguridad, de confianza, de belleza, de amor propio, por el simple hecho de que nunca puedo ver cuando estoy bien.