miércoles, 21 de diciembre de 2011

Jacinto

Qué extrañas entrañas entran en vos.
Como relámpago se clava la daga,
en tu corazón oscuro, Jacinto.
Porque ese era tu nombre,
proveniente del dios Jano.

Tu malformación estilística era parte del duelo cósmico,
una revancha del destino,
un quizás.
Un mal entendido cualquiera,
sin prosedencia, Jacinto.

Entonces, por qué preguntas ¿por qué?
al caer ante el telón.
No existe explicación lógica, Jacinto.
Tu doble cara estaba en tu nombre
en tu composición,
en el gen dialéctico.

Plantas la plata en el pedestal.
Tu linaje reside en tus monedas,
carecen de poder supremo.
Ya nadie te recuerda, Jacinto.
Odiado por los modernos
amado por las prostitutas,
en vos está el castigo de ser una mentira.

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