Revolotea un colibrí por mi mente.
Lo persigo con voz,
me conduce a una ventana.
Entra el.
Curiosidad de principiante,
en desacato de sutileza
lo veo ver:
tuerce su cabeza para mirar debajo de mis lentes:
mis párpados vibran al son de un zumbido.
Sonrío.
El niño también.
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